©Juan-Ramón Moscad Fumadó. Economista UNED Almansa. @jmoscad jmoscad@gmail.com
Comentábamos en el anterior artículo “(2) La Renta Básica Universal y sus controversias”, los pros y contras de la Renta Básica Universal, y que la gente no dejará de trabajar, porque la renta no da para mantener bienes como una casa o un coche” (opiniones de Cive Pérez, el autor del libro “Renta Básica Universal, la peor mejor solución”)
Las opiniones más en contra y las favorables
En este artículo proseguimos con sus afirmaciones, que dicen, entre otras que: “Por lo general, las críticas más fuertes provienen de los estamentos de poder, a pesar de que, en muchos casos, la implantación de una renta básica tendría sentido desde un punto de vista liberal, e incluso gente tan poco sospechosa de pertenecer a la extrema izquierda como Richard Nixon (el Plan de Asistencia Familiar: Propuesta de reforma de bienestar introducida por primera vez por el presidente Richard Nixon en 1969 que habría garantizado un ingreso mínimo para las familias pobres, que fue tirado abajo en el senado por los demócratas.)
“O Milton Friedman, que han defendido propuestas similares: ‘En su caso, era un ingreso sustitutivo del resto de prestaciones del Estado’, en plan 'yo le doy 40 duros y viva como quiera'. Era un neoliberalismo llevado al extremo, pero la renta básica no sustituye ni la educación ni los hospitales”. Milton Friedman propuso una alternativa a la renta básica que sustituyese a la seguridad social y la jubilación. “Si la voluntad política acompaña, podríamos verla pronto como una realidad en países de nuestro entorno. Si es capaz de unir, aunque con motivaciones bien distintas, a economistas ideológicamente dispares como Milton Friedman y John Kenneth Galbraith, ¿qué podría frenarla?” Este último, Galbraith, propone para la erradicación de la pobreza diciendo que “Un país rico como EE UU bien puede permitirse sacar a todos sus ciudadanos de la pobreza”, y la redistribución de las ganancias derivadas de la automatización. Ya en 1995 Jeremy Rifkin se refería a la renta básica como la herramienta más efectiva para proteger a los trabajadores desplazados por las máquinas.
Hayek, nobel de Economía en 1974, de la escuela de Milton Friedman, se limitó a apoyar una suerte de “suelo del que nadie tenga que caer incluso cuando no es capaz de mantenerse a sí mismo” (Derecho, legislación y libertad, 1981). Friedman, en cambio, defendió la puesta en marcha de un impuesto negativo sobre la renta como un suelo “para todas aquellas personas en situación de necesidad, sin importar las razones, que dañe lo menos posible su independencia”.
Más recientemente, intelectuales conservadores de cabecera en EE UU como Charles Murray han defendido el concepto como una alternativa a un Estado de Bienestar que detestan y que, a su juicio, está en pleno proceso de “autodestrucción”. Murray propone una asignación anual de 10.000 dólares (algo menos de 9.000 euros) al año a cada adulto mayor de 25 años que sustituya a todas las transferencias sociales y al programa de atención médica Medicare. “Bajo los criterios conservadores”, escribía recientemente el politólogo del think tank American Enterprise Institute, esta renta básica “es claramente superior al sistema actual para terminar con la pobreza involuntaria”. Se trata, argumentan, de unificar el complejo sistema de ayudas sociales vigente en muchos países, simplificar la burocracia, eliminar ineficiencias y reestablecer la libertad individual.
Propuesta para el consumo y otras industrias
Según el libro de Cive, sin embargo, se trata de una apuesta interesante desde el punto de vista del consumo: “El incentivo para seguir trabajando no es sólo consumista, sino también depende del sistema de producción actual, que ha hecho imprescindibles bienes como el automóvil o la vivienda, que no se pueden mantener sólo con una renta básica”. De esa manera, la renta básica fomentaría que se dedicase más dinero al consumo y a otras industrias: “Mucha gente diría 'yo con esto puedo sobrevivir, ya no tengo que humillarme, pero es que quiero una moto, y trabajo por ella'. El sistema actual de mercado tiene suficientes señuelos para hacernos trabajar”. ¿Por qué, por lo tanto, tantas resistencias?
En el ámbito puramente político, el exministro griego de Finanzas Yanis Varoufakis se ha referido recientemente a la renta básica como una aproximación “absolutamente esencial” para el futuro de la socialdemocracia; los laboristas británicos estudian “de cerca” la idea como antídoto contra la robotización y, en España, pese a haber pasado de proponer una renta básica universal a una renta garantizada con menos fondos, Podemos sigue incluyéndola en sus programas electorales con una cuantía de 600 euros por persona hasta un máximo de 1.290 euros por unidad familiar.
Como efectos colaterales positivos, sus defensores en la izquierda aseguran que presionaría al alza los salarios más bajos —ya que nadie se vería forzado a llevar a cabo los trabajos más duros y los empleadores se verían obligados a aumentar su retribución— y contribuiría al desarrollo del voluntariado y del trabajo comunitario. Se trata, dicen sus más fervientes valedores, de una reformulación de un Estado de Bienestar 2.0 acechado por los efectos de la globalización; de una suerte de “vacuna contra los problemas sociales del siglo XXI”, en palabras de Scott Santens, uno de sus más férreos defensores. Todo, claro está, sin tocar los dos pilares básicos de la socialdemocracia: la educación y la sanidad pública, universal y de calidad.
Para Pérez, la respuesta es ideológica: “Haría perder poder a los dueños del cotarro, por lo que prefieren no incentivar el consumo para que eso no ocurra”. Entre otras cosas, el poder de imponer sueldos, horarios y condiciones laborales a gusto del empresario, que ocupa una posición favorable en la negociación con el trabajador, que perdería si este tuviese su propio ingreso básico: “Si tuvieran este respaldo mínimo ya no tendrían que aceptar esas condiciones precarias”. Además, la renta garantizada tiene un sospechoso carácter emancipador: “Las actuales rentas de indigencia o los subsidios de desempleo suponen que la gente tenga que ir a pedirlos, y eso provoca que las instituciones tengan poder. Si esto se extendiera, significaría cierto empoderamiento de la mayoría social: lo que unos ganan, lo pierden otros. Ahí está el quid de la cuestión”.
El futuro de la renta básica
1) Pérez lo tiene claro: tarde o temprano, los distintos estados deberán adoptar medidas semejantes a la de la renta básica si quieren hacer frente a la desaparición del mercado laboral tal y como lo conocemos. La propuesta inicial de Podemos, por mucho que se haya desestimado posteriormente, ha provocado que el debate vuelva a estar en boca de todos.
2) También ha dado lugar a que se propongan medidas semejantes, como la renta mínima vital del PSOE, destinada a las familias sin ningún tipo de ingreso, o
3) La renta complementaria de Ciudadanos, impulsada por Luis Garicano, que intenta ayudar a los trabajadores precarios.
Algo que para el autor es un signo de que “las élites empiezan a reconocer que no hay trabajo para todo el mundo, salvo empleos residuales”, aunque en su caso sea una mera reforma (por lo tanto, revocable) y no el reconocimiento de un derecho universal.
Sin embargo los economistas españoles Daniel Lacalle (Que opina sobre el tremendo déficit en el que se incurriría) y
Juan Ramón Rallo (diciendo que La Renta Universal Basica es injusta y lo dice en su libro Contra la Renta Básica), han escrito mucho y extensamente contra la implantación de una Renta Básica Universal en España.
Según Cive, la implantación de la renta básica universal debería ser gradual, y empezar por algunos grupos de edad como jóvenes y mayores que no encuentran trabajo.
Podemos tiene en sus manos llevar el debate al congreso, y Pérez cree que si no apuesta por dicha medida puede ser una oportunidad perdida: “Yo comprendo que un partido como el PSOE, que quiere atrapar votos en el centro, no quiera llevar una propuesta como esta porque es innovadora y la oposición los atacaría. Ahora, un partido que quiere romper con lo establecido debe correr ciertos riesgos”. Ignorar la renta “retrasará unos años la implantación y perpetuará estas situaciones de pobreza”.
Obviamente, ningún partido político puede llevar a cabo una medida así de la noche a la mañana. Pérez tiene claro que debería ser algo “gradual”, sobre todo porque implicaría una profunda reforma fiscal que no necesariamente pasa por plantear nuevos impuestos sino por repartir de otra manera lo recaudado, para no crear una inflación añadida. “Por ejemplo, podría plantearse por franjas de edad: nosotros en el Observatorio siempre hemos dicho que mayores y niños primero; es el caso de aquellos mayores que ya no van a encontrar trabajo”, añade.
Pero se trata de un escenario muy lejano. Por ahora, lo que está claro es que la renta básica universal vuelve a estar en boca de todos y a entrar en ciertas agendas políticas. Pérez, por su parte, tal y como señala en una entrada de su blog, se considera un firme defensor de un estatuto de autonomía personal, frente a otras reivindicaciones identitarias:
“La política y la economía no serán actividades dignas mientras no sitúen a la persona como medida de todas las cosas. Representar a la persona por encima del territorio debería ser, por tanto, la gran prioridad de un Estado democrático, cuyos gobernantes son, no se olvide, elegidos por personas. Una Renta Básica de Ciudadanía, universal e incondicional, es el primer paso en la senda que conduce a un estatuto de Autonomía Personal para todos los habitantes de la España plural. Para ello, es preciso que los movimientos sociales que luchan contra la pobreza y contra la precariedad laboral exijan que los gobernantes aborden con valentía, sin complejos neoliberales ni gazmoñerías identitarias, la tarea civil de aumentar el grado de libertad real de las personas poniendo fin a las situaciones de pobreza dentro de su territorio”. (Según artículo de Héctor. G. Barnés en El Confidencial del 30-09-2015)
La predicción, hace casi un siglo, de John Maynard Keynes en su ensayo Posibilidades económicas para nuestros nietos (1930) es hoy más real que nunca: “Estamos siendo afligidos por una nueva enfermedad (...): el desempleo tecnológico (...) ”. Contra esta realidad y a la luz de los últimos estudios que calculan que entre el 35% y el 50% de los puestos de trabajo están en riesgo de automatización, la renta básica merece, al menos, un estudio concienzudo de sus muchas ventajas y algunos inconvenientes.
©Juan-Ramón Moscad Fumadó. Economista UNED Almansa. @jmoscad jmoscad@gmail.com
Otros artículos del autor relacionados con el tema: